No nos bastó con las Converse ni con las pizzas de masa gorda,
No nos bastó con el árbol de Navidad ni con Santa Claus. No fue suficiente con Mitch Buchannon
y por no serlo ni siquiera nos bastó con Obama.
El marketing y la globalización han llegado a un punto tal que cualquier cosa que se haga al otro lado del charco irremediablemente tiene su eco, tarde o temprano, en esta nuestra península.
Como no podía ser de otra manera, menos de una década ha tardado el santo viernes negro en venir para quedarse. Pero claro, como todas esas cosas que se digieren con rapidez, el Blackfriday también necesita de Omeprazol.
Por eso, sobre las bondades de este, aún preadolescente, rito marketiniano no hablaremos dado que mucho se ha escrito ya, pero hay una cosa que creemos oportuna comentar: sus maldades.
La preparación y refuerzo del personal
Si el cliente es el gran protagonista, el comercial, cajero, o dependiente suele ser el antagonista. Esto quiere decir que aún no estamos preparados (logísticamente hablando) en muchos casos, para este día y ellos son quienes más lo sufren, y en silencio.
Las colas
Cualquier analogía a este respecto podría resultar ofensiva. Simplemente lo describiremos como algo insufrible, dantesco, barroco, angustioso, tedioso, un momento en el que meditar sobre hacia dónde estás dirigiendo tu vida.
Gasto excesivo en cosas que no necesitas
Los precios tienen demasiado sex appeal, da igual que sea ese ordenador que vienes necesitando desde hace meses o ese cacharro que aún no tienes claro cómo usar. Lo que es seguro es que tu carro de la compra crecerá a medida que minen tus fuerzas y que tu crédito flaqueará, y ese sí que no se crece frente a la adversidad.
El spam
Mira tu bandeja de entrada. No diré más.
Sin embargo, hay una cosa que nos ha salvado a todos los españoles de las maldades del Black Friday este año 2018, o que al menos las ha subsanado, y es lo que en Singular One consideramos paradigma audiovisual del antónimo de spam: